lunes, 30 de septiembre de 2013

Díalogos entre Maquiavelo (en el cielo) y Tomás de Aquino (en el infierno). El maquiavelismo en la biblia.

No hay pruebas de que Maquiavelo haya ido a parar al infierno, como lo suponen algunos; tampoco las hay de que Tomás de Aquino se encuentre gozando de gracia plena. Lo que es más, no hay indicios que lleven a suponer fundadamente que existe una segunda instancia después de la terrenal.
Estos diálogos son un ejercicio simple: intentan confrontar los pensamientos de Maquiavelo y Tomás de Aquino; presentan, en forma alternada, sus ideas con relación a temas específicos: el poder, los principados, la ley, los castigos y los premios. Como enlace están los comentarios del autor. Al confrontar los dos pensamientos, cuando menos en materia política, no cuesta mucho trabajo juzgar quién opinó de manera recta y quién erróneamente.

En todo el texto, por medio de cursivas y notas, se puede determinar con exactitud la autoría del material que aquí se presenta. Algún lector dudará de que lo que aquí se atribuye a Maquiavelo o a Tomás de Aquino, sea en verdad de ellos; para evitar suspicacias, se tuvo la precaución de poner a pie de página la referencia bibliográfica que identifica la fuente. Asimismo, con el fin de que el lector pueda comprobar la veracidad de los juicios y la autenticidad de las citas, se recurrió al texto original italiano.

Maquiavelo y Tomás de Aquino, por la época que les tocó vivir, su oficio y su concepto de la vida, difieren en cuanto a su pensamiento; tienen una idea diversa de la naturaleza y funciones de un principado; no obstante, en algunas ocasiones, que son las menos, coinciden. A juicio del autor lo que opina Maquiavelo sobre el poder es brutal y descarnado; los juicios de Tomás de Aquino son, en cambio, absurdos y extravagantes; son boberías.

En estos diálogos, en materia política, se contrapone el pensamiento de un hombre de Estado con el de un religioso; ello supone que se deben tomar en consideración conceptos y valores preferentemente políticos, sin descartar los de carácter teológico. Eso explica su naturaleza.


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